Según una reciente encuesta del Banco Central
Europeo (BCE) sobre la financiación de las pymes de la eurozona, realizada por
7.514 empresas de la UE: «el acceso a créditos bancarios, sigue deteriorándose» También se indica en la misma encuesta que
el 15% de créditos solicitados fueron rechazados. Otros datos destacan que el
coste de un préstamo de un millón de euros a vencimiento entre uno y cinco
años, -el más habitual entre las pymes- se situó en España, en agosto
pasado en el 6,61%. Por la misma financiación, una compañía radicada en
Alemania paga un 3,81%, una francesa un 4,02% y la media de la zona euro del
4,15%. Resulta muy difícil ser competitivo cuando una empresa española que produce
y vende lo mismo que una alemana haya de pagar un 50% más en concepto de coste
de la financiación.
La carestía de los
préstamos bancarios es especialmente grave en España debido a la tradicional dependencia
de las micro y pymes españolas, que suponen el 70% de sus fuentes de
financiación, mientras en EEUU no supera el 20%; en Alemania y Francia un 50% e,
Italia, está en la línea de España con un 67%, A la vista de la evolución
negativa en la concesión de créditos desde el año 2008 es preciso que las micro
y pymes españolas –las empresas grandes tienen diseñadas sus propias estructuras
de financiación- fueran reduciendo paulatinamente esa dependencia de los bancos
hasta lograr cifras más equilibradas acordes con las empresas europeas.
Una excesiva dependencia del crédito bancario
conduce, como ocurre actualmente que cuando el sector bancario entra en crisis,
los problemas para obtener financiación son mucho mayores que en épocas normales.
Por otro lado, el crédito a micros y pymes
ha venido suponiendo un porcentaje muy importante de su negocio para las Cajas
de Ahorros y los bancos medianos, que son, precisamente, las entidades financieras
que han experimentado los ajustes más duros, lo cual ha venido a agravar aún
más la concesión de préstamos, tanto en necesidades para el circulante como
para las inversiones.
En el actual
contexto es difícil prever si la concesión de créditos llegue a reactivarse en
breve. El problema no es que no haya demanda solvente, sino que la oferta se ha
restringido extraordinariamente. Cuando existe demanda, la cuestión se limita a
negociar el precio y condiciones del crédito. Pero cuando esas entidades no conceden créditos, es decir, cuando se
reduce la oferta, las empresas no tienen
más solución que adaptarse a un nuevo entorno en el cual la concesión de
créditos no volverá a ser, en la práctica bancaria, como fue antes de la crisis.
Por otra parte, para abrir nuevas vías a la
financiación de las pymes, los responsables políticos deben introducir cambios
en la regulación financiera y en el sistema fiscal. Pero más importante es propagar
un cambio de mentalidad de empresarios y bancos en la operativa considerada tradicional
para alcanzar una economía realmente moderna y competitiva, desafíos a los que
tiene que dar respuesta este país
lo antes posible.
La desaceleración de la economía está estrechamente
asociada a la caída de la oferta de crédito. Por un lado reduce la demanda, y,
por otro está condicionada al perfil de riesgo de los demandantes, aspecto que
los bancos deben analizar detenidamente a fin de contener la morosidad y evitar
lo que ha venido sucediendo. Si a ello se añade que la banca está inmersa en un
proceso de saneamiento de sus balances, el resultado es el cierre del
grifo del crédito que aún no da visos de flexibilizarse.
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