Muchas empresas y entidades financieras han comercializado en
los últimos años unos productos denominados Deuda Subordinada y Participaciones
Preferentes. Aquí nos referiremos especialmente a las entidades financieras las
cuales vendieron esos productos como productos de renta fija –obligaciones-, con
una rentabilidad pactada previamente, una fecha de amortización y la
posibilidad de venderlo en cualquier momento para hacer liquidez.
Sin embargo, la ausencia de un plazo prefijado de
amortización los hace más propios de una inversión a perpetuidad; una nula
liquidez, y para acabar de adobarlo, la rentabilidad depende de la decisión unilateral
de la entidad emisora o de la existencia de un comprador dispuesto a comprarla
a un precio más bajo que el nominal para realizar una buena operación. Esos
condicionantes inflingen a esos productos una realidad muy distinta a la
ofrecida, ya que aúnan un alto riesgo y escasas ventajas.
Aunque no se trata de “estafas” como interesadamente se
afirma en ciertos ámbitos, son la consecuencia de dos aspectos recurrentes : a)
las entidades financieras venden los productos que les interesa a ellas con
preferencia al interés de sus clientes a los que dice asesorar y, b) los escasos
conocimientos de las características de los productos por parte del pequeño
inversor y la ciega confianza en sus “asesores bancarios” que, con frecuencia
desconoce lo que están vendiendo, unido a la temible letra pequeña conforman un cocktail de aspectos más negativos que positivos que solo se conocen
cuando llega el momento de realizarlos y encontrarse con desagradables
sorpresas, como las que están surgiendo actualmente.
DEUDA SUBORDINADA (DS)
La DS comprende unos títulos o valores de renta fija emitidos generalmente
por las entidades de crédito que ofrecen –en el momento de la venta- una
rentabilidad mayor que otros activos de deuda, en compensación a la iliquidez
del producto. El inversor debe saber que asume un nivel de riesgo, ya que en
caso de quiebra del emisor primero cobrarán los acreedores ordinarios –de ahí
el término de subordinación-.y, solo en el caso de que quedaran activos
remanentes, podrían repartirse sus migajas.
Aunque en los folletos explicativos de este
tipo de productos se establece que un tenedor pueda venderlo cuando desee,
no se garantiza un precio de recompra del plazo de amortización ya que dependerá
del interés de un posible comprador y, a la vez, del momento económico por el
que pase el emisor. En el caso de que éste presente
problemas financieros: ¿Surgirán compradores sabiendo que si quiebra
la sociedad o tiene serias dificultades, cobrarán su inversión? Este es el aspecto más preocupante y del
que menos se hace mención en el momento de ofertarlo.
PARTICIPACIONES PREFERENTES (PP)
Las PP perpetuas no equivalen a un depósito toda vez que no están cubiertas por el Fondo de Garantía de Depósitos y, además, son ilíquidas. Si en un año no hay beneficios o el emisor no ha repartido dividendos, las participaciones preferentes pueden quedarse sin cobrar intereses.
Las PP perpetuas no equivalen a un depósito toda vez que no están cubiertas por el Fondo de Garantía de Depósitos y, además, son ilíquidas. Si en un año no hay beneficios o el emisor no ha repartido dividendos, las participaciones preferentes pueden quedarse sin cobrar intereses.
Las PP pueden venderse al valor que otro
inversor esté dispuesto a comprarlas que, obviamente, puede ser muy por debajo
del valor inicial de compra. Por ejemplo: una PP
emitida por 1.000 euros, con una rentabilidad anual del 5%, pagará 50 euros
anualmente. Ahora supongamos que otro inversor la compra a un precio de 400
euros, percibiendo por ella los 50 euros anuales. A este inversor le supone una
rentabilidad del 12,5% (50/400 euros x 100) mientras el vendedor experimentará una
minusvalía del 60% (1.000-400 euros).
Las PP tienen muy poca liquidez. Si se desea invertir en ellas conviene
destinar aquel dinero que no se vaya a precisar durante varios años. En los
momentos actuales la diferencia entre los precios de compra y venta es muy
grande y, probablemente, así continuará hasta que los mercados se normalicen.
Vender PP
con prisas puede suponer perder mucho dinero, mientras los que tienen paciencia
pueden ganarlo con su adquisición, a la espera de mejores tiempos.
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