En las puertas de
un nuevo año, -cuarto desde que se inicio la crisis- todos los medios, fuentes
y expertos auguran que aún será más duro que los anteriores. Por mi parte no me
atrevo a predecir nada, pero sí estoy seguro de que aún conviviremos viendo y
oyendo cosas como:
a) Las agencias de
calificación seguirán lanzando amenazas, dardos envenenados y rebajas de
calificaciones a tirios y troyanos, provocando que el incauto inversor deshaga
sus posiciones en Bolsa y los grandes y misteriosos especuladores sigan
amasando mucho más dinero del que ya tienen, aprovechándose del caos que impera
y de la información privilegiada.
b) Muchos expertos
autóctonos, extranjeros y algún premio Nobel seguirán dando recetas basadas en modelos
teóricos, sin tener en cuenta los enormes cambios que, a diario, se suceden en
el entorno. A la mayoría de ellos solo les interesa “hacer currículo”, que les
publiquen libros, que les inviten como tertuliano experto o para impartir
conferencias y charlas que les proporcionen pingues ingresos.
c) Los máximos dirigentes
europeos seguirán en el pandemonium, en lugar de dar ejemplo y modelo de unión,
invalidando el término Unión Europea. Solo parece preocuparles tomar aquellas
decisiones que beneficien a su país, porque allí están sus votantes, al margen
de los intereses de la colectividad que dicen representar.
d) Aflorarán más
escándalos como los surgidos en los últimos tiempos. Aunque al principio producen
fuerte indignación, son fruto de épocas pretéritas, cuando los mismos expertos de
ahora auguraban que España era un modelo económico a imitar y tomar como ejemplo.
Ante ese escenario
que no es más que llover sobre mojado, el nuevo Gobierno, contará en su haber con
la ventaja de conocer el resultado de los errores cometidos y practicados por
el gobierno anterior. Juegan con la baza de que aunque no sepan muy bien lo que
deben hacer, sí saben lo que no tienen que hacer y eso supone dar menos palos
de ciego. Al margen de ideologías políticas, lo importante ahora es poner a
flote el barco. Ya habrá tiempo de discutir de que color pintarlo.
Aunque sea por
inducción y, pese a aguantar lo que aguantan, el mejor ejemplo de optimismo, lo
están dando los empresarios de las pymes, los cuales desde que se levantan hasta
que se acuestan leen y oyen la catarata de cataclismos y tsunamis que los expertos
lanzan a diario desde todos los medios de comunicación, pugnando con otros
expertos para ver quien lo pone todo más negro. Sin embargo, cuando recogen el
diario o apagan la radio o el televisor, hacen abstracción de todo ello para centrarse
en dirigir a su empresa con lo mejor de su buen saber y hacer. Éstos son los
anónimos protagonistas llamados a salvar la economía y no los buitres
financieros que solo se dedican a hundirla.
Les propongo a
ustedes que, además, de prometernos dejar de fumar, hacer ejercicio y estudiar
inglés, aparquemos el pesimismo, ni que sea en atención a nuestra propia salud.
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