Por razones y en
escenarios distintos, recientemente hemos podido ver y oír a los dirigentes
griegos Alexis Tsipras y Yanis Varufakis y al Primer Ministro de
Hungría Víctor Orbán expresarse
perfectamente, con gran soltura y solvencia en inglés, idioma tan distinto a
los suyos propios respectivamente.
Desgraciadamente no sucede lo mismo con
nuestros dirigentes políticos. Ni en el caso del actual Presidente Rajoy ni en
el de sus predecesores, con la única excepción del políglota José Maria
Aznar que imparte sus conferencias en un inglés tan macarrónico que produce más
vergüenza ajena que admiración.
Es poco menos que patético observar el triste
papel de un Presidente del Gobierno Español en los foros europeos del más alto
nivel cómo, mientras sus colegas de distintos países y lenguas propias departen
en corros entendiéndose perfectamente por el hecho de hablar en el idioma
común, el inglés, mientras él permanece solitario, sentado y cabizbajo en su
sillón, tal como se ha podido ver por la televisión a los señores Rajoy y
Zapatero, dada su incapacidad de participar de esas conversaciones por
desconocimiento del idioma que, por otra parte les hubiera resultado muy útil
saber lo que se dice en privado.
Resulta chocante que en toda entrevista del
Presidente Rajoy con dirigentes de otros países siempre esté presente un/a
traductor/a, incluso cuando pasean por los jardines de la Moncloa. En cambio, es
más habitual observar cómo la mayoría de dirigentes europeos suelen hablar
directamente entre ellos, sin intermediarios.
Esa actitud, común en muchos dirigentes, políticos
e intelectuales españoles solo se puede justificar por la existencia de un
torticero sentimiento de orgullo hispánico, reminiscencias del Siglo de Oro de
las Letras Españolas de hace ya más de 500 años, sin descartar que también
tenga que ver con la característica soberbia hispana: “que ellos hablen en
castellano” emulando la frase de Miguel de Unamuno: “que inventen ellos”
Si, para ocupar la mayoría de puestos de
trabajo de cierta responsabilidad en cualquier empresa se exige a los
aspirantes un nivel óptimo del dominio del inglés ¿por qué no se exige lo
propio a los dirigentes del país que deben entenderse con sus colegas europeos,
en temas de primer orden? Además, esa posibilidad supondría un valor para la
tan cacareada “marca España” Alguien debería plantearse que los políticos que aspiren
a ostentar un alto puesto en la gobernabilidad o representación del país
demuestren que son capaces de hablar y escribir correctamente, como mínimo, en
inglés. Felipe González y Rodríguez Zapatero, coincidieron en confesar que
hablaban francés por haber sido el idioma que obligatoriamente estudiaron en su carrera. A la pregunta de un
periodista a Mariano Rajoy de porqué no habla inglés su respuesta fue: “estoy
en ello”, lo cual dijo con su habitual socarronería gallega y sin ningún rubor.
Pero, sin duda, el caso más clamoroso se registró
cuando el ilustre Federico Trillo, que ha venido ostentando altos puestos de
importancia en el Gobierno e Instituciones Españolas fue nombrado Embajador de
España en el Reino Unido, en mayo del 2012 ¡no hablaba en absoluto el inglés! Conociendo sus inmutables principios
ibéricos debió pensar que él españolizaría
a los ingleses.
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