Una de las decisiones
más difíciles y comprometidas para cualquier alto responsable de una
organización, empresa o ente, consiste en la designación del responsable del
control del dinero, se le denomine director financiero, contable o tesorero, ya
que esa persona dispondrá de toda la información de la empresa en lo que hace
referencia al trasiego de dinero, documentos bancarios, recibos, relaciones con
terceros, relaciones con terceros y, si existiera la caja “B”.
Toda persona que ostente
ese cargo debe estar mucho más controlada por sus superiores jerárquicos que el
resto del equipo directivo. Asimismo, un
profesional ético en esta disciplina suele agradecer y valorar que su
gestión sea ratificada por un estrato superior que se interese y valide la
misma. Con frecuencia muchos responsables exigen la realización de una
auditoria interna y externa a fin de que su función quede ratificada.
Ahora que están de moda
algunos desmanes y escándalos presuntamente cometidos por ciertos tesoreros
puede resultar oportuno recordar la importancia de ese cargo así como su
servidumbre con respecto a estamentos superiores.
En primer es necesario
destacar que todo empresario, gerente o propietario de la empresa que parte de
sus ingresos se realicen a través de caja “B” nunca puede alegar
desconocimiento de esa ilegalidad y endosarla al tesorero. En última instancia
siempre él será el responsable, por acción u omisión.
Es usual que los
empleados que conocen la existencia de caja “B” o de cualquier otra anomalía
ilegal guarden la información, por “lo que pueda pasar el día de mañana”.
Veamos un ejemplo. En una empresa de mediano tamaño, el chofer de reparto tenía
encomendado el cobro de recibos en efectivo por las entregas que él efectuaba,
en dinero negro. Al cabo de algunos años la dirección de la empresa anunció al
chofer su intención de despedirlo. El chofer se limitó a enseñar al empresario
una fotocopia con la relación de todos los recibos que él cobró durante muchos
años en “dinero negro”. Su indemnización fue millonaria.
Historias similares han
sido, son y serán habituales en todo tipo de empresas, incluidas las familiares
en las que se suponen que el dinero está bien controlado y a buen recaudo, por
su propia naturaleza.
Los políticos deberían
aprender de las prácticas empresariales. Sin embargo los desconocen porque la
mayoría de ellos no ha pisado nunca una empresa.
La codicia y el afán de
enriquecimiento está en la condición humana, pero las posibilidades de lograrlo
es proporcional a la rigurosidad y ética de quien está llamado a evitar esas
miserias humanas.
1 comentari:
Pero eso que cuentas del chófer...?Pasa en las empresas?...es que no me lo puedo creer.....
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