dimarts, 19 de febrer del 2013

Tesoreros. Eliseu Santandreu en Expansión 18-2.


Una de las decisiones más difíciles y comprometidas para cualquier alto responsable de una organización, empresa o ente, consiste en la designación del responsable del control del dinero, se le denomine director financiero, contable o tesorero, ya que esa persona dispondrá de toda la información de la empresa en lo que hace referencia al trasiego de dinero, documentos bancarios, recibos, relaciones con terceros, relaciones con terceros y, si existiera la caja “B”.

Toda persona que ostente ese cargo debe estar mucho más controlada por sus superiores jerárquicos que el resto del equipo directivo. Asimismo, un  profesional ético en esta disciplina suele agradecer y valorar que su gestión sea ratificada por un estrato superior que se interese y valide la misma. Con frecuencia muchos responsables exigen la realización de una auditoria interna y externa a fin de que su función quede ratificada.

Ahora que están de moda algunos desmanes y escándalos presuntamente cometidos por ciertos tesoreros puede resultar oportuno recordar la importancia de ese cargo así como su servidumbre con respecto a estamentos superiores.


En primer es necesario destacar que todo empresario, gerente o propietario de la empresa que parte de sus ingresos se realicen a través de caja “B” nunca puede alegar desconocimiento de esa ilegalidad y endosarla al tesorero. En última instancia siempre él será el responsable, por acción u omisión.

Es usual que los empleados que conocen la existencia de caja “B” o de cualquier otra anomalía ilegal guarden la información, por “lo que pueda pasar el día de mañana”. Veamos un ejemplo. En una empresa de mediano tamaño, el chofer de reparto tenía encomendado el cobro de recibos en efectivo por las entregas que él efectuaba, en dinero negro. Al cabo de algunos años la dirección de la empresa anunció al chofer su intención de despedirlo. El chofer se limitó a enseñar al empresario una fotocopia con la relación de todos los recibos que él cobró durante muchos años en “dinero negro”. Su indemnización fue millonaria.

Historias similares han sido, son y serán habituales en todo tipo de empresas, incluidas las familiares en las que se suponen que el dinero está bien controlado y a buen recaudo, por su propia naturaleza.

Los políticos deberían aprender de las prácticas empresariales. Sin embargo los desconocen porque la mayoría de ellos no ha pisado nunca una empresa.

La codicia y el afán de enriquecimiento está en la condición humana, pero las posibilidades de lograrlo es proporcional a la rigurosidad y ética de quien está llamado a evitar esas miserias humanas.

1 comentari:

llorenç Gimenez ha dit...

Pero eso que cuentas del chófer...?Pasa en las empresas?...es que no me lo puedo creer.....