divendres, 26 d’octubre del 2012

Crisis financieras. D'Eliseu Santandreu al diari Avui-El Punt el 20 d'octubre.


España fue el primer país en crear bonos y el primero que dejó de pagarlos. La bancarrota del Estado ha venido siendo una tradición histórica en España. Un fenómeno que se ha repetido desde el siglo XVI, como se expone a continuación.

Al emperador Carlos I se le considera el autor del concepto deuda. A principios del siglo XVI, en su afán de ser elegido emperador del Sacro Imperio Romano, dilapidó tal cantidad de dinero que hubo de recurrir a los banqueros alemanes, avalando con las minas de oro, plata, sal y los impuestos a Castilla.  Se le obligó a firmar los asientos a Fugge”, equivalente a los actuales bonos.  

La Conquista del Imperio Español; el enorme coste en armamento, barcos, mantenimiento de los ejércitos y la expansión por las Indias, supuso ingentes gastos para las arcas de la corona. El endeudamiento creció sin freno ni control. Sin embargo, como el Imperio español gozaba de confianza los préstamos estaban asegurados. De existir entonces las agencias de calificación hubieran otorgado a España la triple A.

Felipe II heredó de su padre, el emperador Carlos I, un enorme Imperio, pero muy endeudado. Mantener ese Imperio no era fácil y el endeudamiento crecía como la espuma. Tras su coronación se registró la primera suspensión de pagos y con ella la quiebra del Estado. A la vista de esa debacle, el rey acordó con sus acreedores, devolver solo los intereses y que le condonasen el pago del principal, lo cual supuso la ruina de muchos prestamistas alemanes. Con todo, se declaró en bancarrota en tres ocasiones y el destino de los asientos a Fugge” fue parejo al del Estado: la ruina total.

Durante los siglos XVII y XVIII se suspendieron los “asientos Fugge” renegociándose las deudas hasta en cinco ocasiones. En ese período, la calificación de la deuda  española hubiera pasado a la categoría de bono basura.

El rescate de España se produjo tras la guerra de Sucesión. En esa época se creó una Hacienda con impuestos en todo el territorio para financiar el nuevo Estado. Tras los reinados de Felipe V, Felipe VI y Carlos III los desajustes contables surgieron a finales del siglo XVIII, debido a  las decisiones bélicas de Carlos IV contra Francia. La Guerra de la Independencia supuso de nuevo la ruina de las finanzas. La emisión desmesurada de vales reales desembocó en una suspensión de pagos de tal dimensión que supuso el principal problema durante el reinado de Fernando VII, hasta el siglo XIX.

La ausencia de una planificación industrial y los continuos vaivenes políticos y sociales obligaron a la necesidad de vertebrar España. La reina Isabel II se vio en la obligación de echar mano a unos banqueros cada vez más desconfiados sobre la deuda soberana española. Esta situación provocó una quiebra en cadena provocando la desaparición de la mitad de las entidades financieras del momento.

En diciembre de 1898 España renunció a Cuba, cediendo a EEUU, Filipinas, Puerto Rico y demás plazas, bajo soberanía española en las Indias Occidentales, lo cual originó derrotas navales, envíos de tropas y sus correspondientes altísimos costes.

Durante la guerra civil española -1936/39- se utilizaron todas las reservas estatales para comprar armamento. El Gobierno de la República ordenó una moratoria general de pagos y vencimientos durante 48 horas y, la prohibición de retirar cantidades superiores a 2.000 pesetas –que en nuestra época conocemos como corralito- Tras la guerra civil, el Gobierno de la dictadura acumulaba una deuda de más de 14.000 millones de pesetas- una cifra astronómica de entonces. Mientras el gobierno que ganó la guerra reconoció su deuda, los acreedores del banco republicano se quedaron sin cobrar porque nadie reconoció su deuda.

Durante el período 1978-1994 desaparecieron 39 bancos y cajas de ahorro, que supuso una pérdida de 1,6 billones de pesetas, equivalentes al 8% del sector financiero. De esos bancos en crisis destacaron la expropiación de Rumasa, la desaparición de la Banca Catalana y la nacionalización de Banesto.

En resumen, la actual crisis que padecemos es muy profunda y dura, planteando una salida con muchas dificultades e incógnitas. Pero no es la primera, como se ha comprobado. La diferencia entre las anteriores y la actual es que las primeras obedecían a financiar guerras, conquistar países, satisfacer sueños, desvaríos y abusos de reyes y cortesanos, mientras la actual es el resultado de una gran estafa financiera, eso sí, sin guerras ni cañones. Sin embargo, en todas ellas convergen un aspecto común: el afán desmedido de acumular riquezas, en beneficio de unos pocos que manejan los hilos del poder.



Hace más de cuatro siglos se desconocía el concepto de prima de riesgo,  no existían los eurobonos, las hipotecas subprime, los hombres de negro ni las participaciones preferentes. Sin embargo, durante 450 años, en España  se han registrado trece crisis financieras, ostentando el honor de ser el primer país en el ranking mundial, seguida por Venezuela con diez veces, Ecuador con nueve y Chile con ocho.