Una empresa líder en su sector
y varias décadas de existencia, empezó
a detectar un fuerte deterioramiento en sus resultados al inicio de la crisis, que posteriormente aún se agravaría mucho más.
Con sus recursos financieros tuvo que
reestructurarse asumiendo un alto coste. Renunció a un proyecto internacional
que le hubiera supuesto un crecimiento espectacular. Vendió activos no
estratégicos que mermó su solvencia. Como era proveedora de varias
Administraciones, la morosidad que éstas le supuso le obligó a aplazar pagos a
sus proveedores. El nivel de endeudamiento, hasta entonces un aspecto
testimonial por su política de autofinanciación, se disparó hasta una situación
insostenible.
En solo tres años, sus habituales buenos resultados
se tiñeron de rojo. Traicionando la política de la empresa de no endeudarse
externamente, decidió solicitar líneas de crédito para el circulante y un
préstamo a largo plazo. Para ello, eligió una entidad que entonces era una Caja
de Ahorros, caracterizada por ofrecer préstamos a promotores, constructores y
préstamos hipotecarios sin exigir demasiados requisitos.
Tras aportar más información que ante una
inspección fiscal, así como una exhaustiva relación de bienes que pudieran
servir de garantía, el director de
la oficina de la Caja les aseguró que no habría ningún problema, por lo que
podía contar con la petición. Al cabo de pocos días, un nuevo director que
había sustituido al primero, comunicó a la peticionaria que los sesudos responsables
del departamento de riesgo habían denegado el préstamo por considerar inviable
el proyecto, sin más explicaciones. Actualmente, la empresa está negociando la
entrada de un posible socio, con el firme deseo de continuidad.
En cuanto a la arrogante
entidad, le cabe el dudoso honor de figurar en la lista de las entidades nacionalizadas
por conceder préstamos directamente a amiguetes y Consejeros, - sin pasar por el
departamento de riesgo- que resultaron morosos. Ahora es esa entidad la que deberá
rendir cuentas de su funesta gestión, sin descartar que exijan
responsabilidades a los gestores que la esquilmaron, enriqueciéndose ellos. Lo
más indignante es que su incompetencia condujo a la propia desaparición y a la de
muchas pymes y autónomos.
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