Cuando se trata de demostrar
algo, suele resultar muy práctico recurrir a establecer comparaciones entre lo
se desea conocer con unos parámetros análogos para cuantificar o valorar lo que
se busca. A esa praxis recurriré para exponer lo que les pretendo comunicar.
Aunque la primera
comparación pueda parecer anacrónica y trasnochada recurriré a convertir en
pesetas los euros actuales lo cual facilitará la evolución de un escenario
durante un período de solo hace diez años al actual.
Un ejemplo puede ser el
sueldo del banquero mejor retribuido de la banca española, Alfredo Sáenz del Banco
de Santander que asciende a 12,7 millones de euros. Esa cifra equivale a una
retribución total de 2.108 millones de las
antiguas pesetas anuales. (Si lector, lo ha leído bien) Esa comparación nos
permite ahora plantearnos:
¿Alguien con un nivel normal de memoria recuerda que los sueldos en pesetas
–antes del año 2002- eran similares? ¿Se ha aplicado al señor Sáenz el IPC
anual correctamente?
Retomando el mismo
ejemplo, y según datos del ejercicio de 2011: Si se divide el coste de personal
de esa entidad -10.203.110.000 euros - entre 187.233 empleados resulta que la media de retribución
bruta por empleado es de 55.000 euros. Así el sueldo del consejero delegado equivale
a 231 veces, cuando lo razonable, según los expertos en política de retribución
debería situarse entre 20 o 30 veces.
Esa misma norma,
aplicada al Presidente de Telefónica, César Alierta arrojaría los siguientes
resultados: 10.270.000 de euros -1.704 millones de pesetas: Media de
retribución por empleado 38.506 euros con lo cual el sueldo de Alierta equivale
a 267 veces el sueldo medio de los empleados de la empresa que dirige.
Otras comparaciones
dignas de atención serían: Con la
retribución que percibe anualmente el repetido Alfredo Sáenz, se podrían
adquirir 212 coches de alta gama de 60.000 euros cada uno; 18 chalets de lujo
de 700.000 euros cada uno; vivir 18.000 días en una suite de un hotel de superlujo
a pensión completa o dar 200 veces la vuelta al mundo en un lujoso crucero.
Esas comparaciones nos
permiten calibrar la envergadura de lo que se pretende medir y que, aunque se presumía
la magnitud del escándalo, ahora puede afirmarse y demostrarse. Dejo la
conclusión a criterio del lector.
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