Suponga
el lector que un cuñado suyo, el típico libertino que existe en toda familia
usa un coche deportivo que aún no ha pagado al concesionario; presume de Rolex;
vive en un ático aunque lo tiene embargado por impago; veranea en Menorca y
esquía en Baqueira para codearse con los políticos; viste trajes y camisas a
medida; tiene carnés de todos los clubs vips, incluido el de la Llotja del Barça,
un buen día le pide a usted que le preste 200.000 euros porque se encuentra en una
situación de falta de liquidez aunque es “temporal” ¿Se los prestaría usted conociendo
su forma de vida?¿Le avalaría usted un préstamo bancario? ¿No tomaría muchas
precauciones, e incluso se lo negaría?
¿Cómo
actúa un Banco cuando un cliente le solicita un préstamo importante? En primer
lugar le exige toda la información referida a sus ingresos; la declaración de
renta; demostrar que está al corriente de sus obligaciones fiscales; le exige depósitos
y compensaciones económicas que, además de proporcionar negocio a la entidad
prestamista, las puede utilizar de cobertura ante posibles irregularidades. Además,
le exige garantías colaterales y derecho prioritario de cobro en caso de
quiebra. Una vez concedido el crédito, el seguimiento es draconiano. Cuando ese
cliente tenga la cuenta en descubierto recibirá una llamada reclamándole que regularice
la situación de inmediato.
Si en
esos domésticos casos se toman tantas prevenciones, no debe extrañar que las
autoridades europeas exijan duras contrapartidas por las ayudas que conceden a
sus países socios. En el caso de España, la Unión Europea y el BCE, la
consideran como el cuñado manirroto o el cliente potencial incumplidor del
Banco, por lo que exigen fuertes y muchas garantías para que cumpla con los
compromisos requeridos.
La cumbre de Bruselas de
los días 28 y 29 de junio, Ángela Merkel, -la que manda más porque tiene la
llave de la caja- accedió conceder ayudas a España e Italia, subrayando que,
para ello, se adoptarán todas aquellas medidas para que se devuelvan esas
ayudas. Entre otras, esas medidas se traducen en que enviarán unos expertos del
Banco Central Europeo que se les podrán denominar vigilantes, tutores, hombres
de negro, delegados, etc. a fin de que comprueben y certifiquen que el dinero prestado
se emplea en los fines y condiciones acordados, con plena autoridad para
sugerir e incluso obligar que el país vigilado adopte todas las medidas necesarias,
que asegure el buen fin de la operación.
Ante esas imposiciones de
Alemania, apoyada por otros países de la zona euro como Holanda, Finlandia, muchas
voces patrióticas se elevan para quejarse de que con esas exigencias, España pierde
soberanía, ya que no podrá decidir, por ella sola, ya que esas decisiones vendrán impuestas por parte de Europa y,
además, inapelablemente, es decir, sin titubeos ni posibilidad de negociación.
Aunque es indudable que
pueda existir cierta pérdida de autonomía, muchas de las voces que invocan ese
coste tan caro son las mismas que confunden soberanía nacional con sus intereses
propios. Temen que en el futuro no podrán seguir abusando de la “soberanía” de la
que han venido gozando porque les han colocado unos gestores que les controlarán,
corregirán, denunciarán e incluso cesarán si incurren en faltas o abusos. Se
les acabarán sus canonjías.
Seguramente
si España como país, algunas Comunidades Autonómicas y otras Instituciones hubieran
pedido ayuda tres años atrás, admitiendo la intervención de los “hombres de
negro” la situación sería muy distinta a la actual. Con absoluta seguridad, esos
vigilantes hubieran detectado que 26 directivos de Cajas de Ahorro se embolsaban
150 millones de euros; hubieran descubierto y privado la comercialización de
productos financieros más parecidos a una estafa; hubieran visto de antemano
los tejemanejes de muchas Cajas de Ahorro y, quizás lo más importante, hubieran
puesto en evidencia el exceso de controles y organismos tan prescindibles como
caros, las comisiones de sabios, el nepotismo indisimulado, acometiendo las reformas
necesarias que además de mayor eficacia hubiera supuesto un importante ahorro. En
resumen, seguramente hubieran acabado con el “capitalismo de amiguetes”.
Sin
duda alguna, los ciudadanos hemos de agradecer a los socios europeos que nos
vigile y que nos digan lo que hay que hacer. De seguir los mismos que nos han
venido “vigilando” hasta ahora, incluido el máximo regulador, el Banco de
España que ahora quedará bajo la vigilancia del BCE, seguiríamos instalados en
la ineficiencia, incertidumbre, temor y miseria. Cuando se hayan devuelto los
préstamos y perdamos nuestra bien ganada fama de despilfarradores, podremos reclamar
de nuevo la soberanía que tanto preocupa ahora.
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