Los motivos que han obligado a reestructurar
el sector bancario, han sido, entre otros: Los escándalos de las subprime y Lehman Brothers; las exigencias de los sucesivos tratados de
Basilea; el meteórico proceso de fusión de las Cajas de Ahorro; el cierre de
los mercados internacionales de capitales y del crédito; la morosidad generada
por los excesos inmobiliarios; el coste de las guerras del pasivo; la propia
crisis y los escándalos que han aflorado, todo lo cual ha conducido a tomar medidas
de tal alcance que el sector quedará circunscrito a ocho o nuevo grupos.
La transformación del sector bancario, supondrá
entrar en una nueva época en la que las relaciones banca-empresa-particulares
cambiarán sustancialmente. El escarmiento y desconfianza generados por todo lo
sucedido exigen nuevas y contundentes actuaciones entre las que destacan: a) mayor
profesionalidad, b) mayor rigor, c) más ética y, d) erradicación de que las
entidades financieras se crean a si mismas como el ombligo del mundo y que su
papel se circunscribe exclusivamente a conseguir mayores beneficios año tras
año, a cualquier precio.
En el futuro, se debería dejar de ofrecer
productos como swaps, tan complejos
que solo entienden los expertos y con dificultades, o los tristemente de
actualidad deuda subordinada y participaciones preferentes, tan mal comercializados,
que los ahorradores se han sentido engañados sino estafados ya que en muchos
casos no recuperarán el nominal que invirtieron en “productos de total garantía”
o recuperarlos a muy largo plazo. Por cierto, ¿Alguien ha oído pedir disculpas
por tales abusos?
Comisiones por usar cajeros automáticos; por
descontar un cheque o realizar transferencias; por mantenimiento de todo tipo
de cuentas que para captarlas primero imploraron e incentivaron y, una vez
conseguidas, aplicarles condiciones leoninas amparados por la letra pequeña.
Si el cliente valorara que a cambio de esas
comisiones recibe una calidad en el servicio las pagaría, igual que paga cualquier
otro bien o servicio que le produce un rendimiento o utilidad. Pero lo que realmente
percibe es que paga un dinero sin contrapartida alguna de tal manera que le
encarece la operación de préstamo o le reduce la rentabilidad de su inversión.
No hacen falta grandes cambios ni reinventar
el sector bancario. Basta con que las entidades se dediquen a su negocio
tradicional, aunque adaptado a los nuevos tiempos y exigencias. La
inobservancia de ese principio ha sido una de las principales causas de los
recientes fracasos y desaparición de muchas entidades financieras. ¿Era correcta
la gestión del activo basado en préstamos a un sector inmobiliario que había enloquecido?
¿Era la más adecuada la gestión del ahorro, informando mal e interesadamente con
productos que solo beneficiaban a las entidades? ¿Era ético vender productos “importados”
cuyo alcance y riesgo no entendían ni los empleados responsables de informar de
los mismos? ¿Por qué no se ha informado sobre los productos garantizados por el
Fondo de Garantía de Depósitos y la diferencia con los excluidos de dicho fondo?
¿Por qué no se han discriminado entre clientes dispuestos a asumir riesgos de
aquellos que colocaban todos sus ahorros pensado en una próxima jubilación,
basándose en la confianza de lo que le aconsejaba su “asesor” bancario? ¿Por
qué el abuso de la letra pequeña que solo contempla derechos para la banca?
Los bancos necesitan borrar, en su propio
interés y con urgencia, la imagen de usureros y el afán de beneficios a costa
de sus clientes, erradicando toda actitud prepotente que tanto perjudica al
cliente, siempre obligado a cumplir lo pactado, mientras la entidad actúa con
todos los privilegios que impone su posición de fuerza.
A lo largo del año 2010 –último
informe disponible- se presentaron 47.657 reclamaciones ante el Servicio de
Reclamaciones del Banco de España. Se ha producido un fuerte
aumento en el número de reclamaciones recibidas sobre operaciones de activo —préstamos
y créditos—, que suponen el 49,1 % del total y un aumento del 46,6 % respecto
al ejercicio anterior, frente al 19,3 % de las recibidas sobre operaciones de
pasivo —depósitos—
El hecho
más notable del informe es la fuerte incidencia de las reclamaciones sobre
cobertura de riesgos de tipo de interés, que han aumentado un 340,4 % respecto
al ejercicio anterior. Esta clase de reclamaciones representan un 40,7 % de las
reclamaciones sobre las de operaciones de activo y un 20 % del total de las
reclamaciones de 2010.
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