Existe un consenso
general, aunque resulte una obviedad, que hasta que las pymes y
las familias no dispongan de crédito suficiente por parte de las entidades
financieras, la crisis persistirá, no habrá crecimiento y por consiguiente, no se creará empleo.
La cuestión es: ¿Cuándo
abrirán el grifo las entidades financieras para abastecer a sus clientes con los
recursos financiersos necesarios para invertir, consumir y reactivar la
economía? Sin duda, esto solo se producirá en el momento en que el sistema
financiero se haya recapitalizado, haya saneado sus balances y haya digerido sus
saldos morosos. Entonces se restablecerán las relaciones banca-clientes pero
bajo nuevos modelos, la actual relación de las entidades financieras con sus
empresas clientes se encuentra bajo mínimos. Los textos sobre financiación tendran
que revisarse para incorporar nuevas técnicas de gestión financiera. Evidentemente
habrá, un antes y un después.
Los temidos mercados financieros
siguen sin confiar en la solidez del Estado español y como consecuencia en su sector financiero. Esta desconfianza
genera una obsesión en las entidades financieras por captar pasivo a cualquier
precio mientras los mercados internacionales, ahora cerrados, no se muestren dispuestos
a prestar nuevamente dinero. Por esto, los bancos se ven abocados a emitir obligaciones, pagarés o bonos así
como a una encarnizada lucha por la captación del ahorro privado con tipos de
interés muy interesantes para el ahorrador que es, el más beneficiado en esta
situación.
La premisa del negocio
bancario es que los fondos captados por el pasivo se deben invertir en el
activo en forma de préstamos y créditos. La diferencia entre el coste del
primero y la rentabilidad del segundo corresponde al margen de intermediación, márgen
que en el actual escenario no se genera
debido a la reducción de
operaciones, cambios en los objetivos estratégicos y, sobre todo, por el
obligado cumplimiento de las exigencias de los organismos reguladores.
El secto bancario está
ahora por otras labores que la de otorgar créditos. A modo de ejemplo, algunas
de ellas son: a) reestructurar sus recursos propios, b) mejorar su eficiencia
para ser más competitivas, c) reducir sus pesadas estructuras de costes, herencia
de tiempos mejores, d) eliminar o concentrar su excesivo número de oficinas, e) crecer mediante
la adquisición de otras entidades,
f) evitar ser absorbidas por otras entidades de mayor tamaño mediante
OPA’s hostiles, de diferentes procedencias domésticas o internacionales.
El resultado de todo ello
provoca la reducción de los beneficios de los bancos y para nivelar su cuenta
de explotación deben acudir a la
recurrente solución de incrementar
las comisiones.
Durante el tercer trimestre del presente año,
el grifo del crédito se ha mantenido cerrado. Más del 88% de pymes tuvo
problemas para obtener un préstamo y el 13,4%, es decir, más de 111.000
empresas vieron denegadas sus peticiones. Estos datos ponen de manifiesto la
dificultad de supervivencia que ha
supuesto para muchas pymes y
justifica en gran medida la desaparción de miles de ellas, a pesar del recurrente discurso de nuestros políticos sobre
la importancia y el peso de las pymes en el entorno económico
Las empresas que subsistirán
a la crisis no tienen ahora más remedio que ajustar su gestión financiera,
partiendo de la base de que acudir a los bancos es una aventura de resultado
incierto. Paradójicamente, la agresividad que la misma banca había utilizado para
hacer cautivos a sus clientes y engordar su negocio, se utiliza ahora para deshacer
posiciones sin demasiadas contemplaciones. En un futuro no muy lejano el
recurso bancario deberá tener una menor relevancia en la función empresarial.
En cuanto a las
familias, actuarán como las empresas: gastar solo en lo que resulte imprescindible, sobre todo si se
vive de un sueldo. Los
particulares y las familias han aprendido la lección y ya no caerán en la
tentación de endeudarse por encima de sus posibilidades, han comprendido que
solo se pueden endeudar en la medida en que sus ingresos le permitan hacer
frente al vencimiento y coste de la deuda, haciendo oidos sordos a los cantos
de sirena a que nos tenían acostumbrados las entidades financieras.
Al nuevo Gobierno resultante de las
elecciones del próximo 20 de noviembre, le espera una misión muy importante:
lograr que los bancos vuelvan a dar crédito. Pero, a pesar de que esta promesa
la oiremos en todos los mitines y se escribirá en los programas electorales, el
resultado no dependerá únicamente de su voluntad política sino del devenir de
los acontecimientos mundiales ya que la experiencia ha demostrado que, una cosa
es el deseo y otra cosa las posibilidades reales, resultado de muchos intereses
entrelazados y condicionados, especialmente entre los países de la zona Euro, a
la que hoy por hoy pertenecemos.
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