Hará unos 20 años llegué tarde a una entrevista, en Barcelona, con un colega latinoamericano. Me excusé diciéndole que la demora era debida a que venía de impartir un seminario en una Caja de Ahorros muy importante de Catalunya” Se empeñó en que le explicara qué era una Caja de Ahorros. Cuando le comenté que no tenía ánimo de lucro y, además “no tenía dueños” quedó tan perplejo que creo que no se lo llegó a creer. Lo que más le llamó la atención es que las mayores Cajas ostentaban puestos muy destacados en el ranking español.
Durante las últimas décadas, las Cajas decidieron entrar en mayor competencia con los Bancos, participando activamente en las guerras de activo y pasivo, sobre todo en la concesión de hipotecas, con el resultado que todos sabemos y que ha desembocado en proceso de fusiones, reconversiones, recapitalización, transformación en Bancos, entrada de capital privado y del Estado como accionistas, sin descontar la nacionalización de las más débiles…fórmulas que, hace unos años ya adoptaron muchas Cajas de Ahorro Europeas, especialmente las italianas.
¿Por qué las Cajas, que hace muy pocos años eran motivo de admiración, confianza y fidelidad, sobre todo por su obra social, han desembocado en un fracaso que quizás suponga su desaparición total?
Mientras los bancos están dando cuentas a diario (los mercados bursátiles premian o castigan su gestión y resultados), las Cajas no han tenido la presión de los accionistas, pago de dividendos y fuertes inversiones para financiar la expansión en otros países. Por otro lado muchas de ellas han actuado con total incompetencia y con abuso de los poderes públicos que influían -o imponían- muchos altos cargos nombrados por las Comunidades Autónomas e incluso por la Iglesia.
Puede gustar o no, pero el aforismo “el ojo del amo engorda al caballo” ha quedado palpable en este triste y lamentable final, con el apoyo del sector bancario por borrar del mapa a un fuerte competidor que supone el 42% del total de negocio del sector financiero.
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