El término zombi aplicado a las empresas empezó a usarse en Estados Unidos en los años 80 para describir a las entidades financieras que se mantenían vivas gracias a las ayudas y permisibilidad de las autoridades económicas y deambulaban como los zombis de las peores películas de terror sin rumbo alguno y con dificultades para mantenerse en pie, persiguiendo algo de alimento que les permita seguir aferrándose a una especie de vida infame, que les priva de su voluntad y hasta de una muerte digna.
Más tarde se expandió este calificativo a toda clase de empresas identificándose como zombis a aquellas organizaciones que sobreviven sin conseguir beneficios o con ganancias insuficientes para cubrir el coste de sus deudas.
En el año 2018, el Banco de España emitió un informe en el cual cuantificaba en el 8% el número de empresas vulnerables o zombis, justificando que el número había bajado respecto a otros informes, que indicaban que en el año 2013 el porcentaje ascendía hasta el 16%. Por consiguiente, la mejora era substancial en cinco años.
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