Casi a diario solemos
oír o leer frases como: “Los empresarios con el Rey” “Los empresarios dan apoyo
a las medidas del Gobierno” “El empresariado afirma que España va bien” “Los
empresarios aplauden al Príncipe”. Esas soflamas se producen ante las más altas
instancias del aparato del Estado o del Gobierno, en el marco de suntuosos
ágapes servidos por cocineros de moda.
Lo más llamativo es que los rostros que aparecen en las fotos de
esas reuniones son siempre los mismos, un exquisito grupo limitado de presidentes de grandes empresas, pugnando por posar junto a la máxima
autoridad, ostentando una obscena alegría
que se reflejan en las sonrisas de su rostro.
Esos prebostes desconocen la realidad e inquietudes de la plantilla
de su/sus empresas. Leen lo que otros les escriben. Prefieren ignoran todo lo
que traspasa las paredes de sus lujosos despachos. No les preocupa la situación
financiera de su/sus empresas porque saben que pueden contar incondicionalmente
con los “empresarios banqueros” que también asisten a esos encuentros de élite.